los católicos tres

29.01.2018 12:41
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For you who read Spanish, this letter written to Raul Castro by three Catholic priests in Cuba begs for changes in the freedoms the Cuban people yearn for after nearly sixty years of "The Revolution." The priests fear potential violence if changes aren't forthcoming.

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Tres sacerdotes católicos en Cuba llaman la atención del general Raúl
Castro sobre la necesidad apremiante de hacer cambios en la isla para
evitar sucesos "violentos que sólo añadirían más sufrimiento inútil. La
carta, enviada este miércoles con motivo del XX aniversario de la Misa
presidida por San Juan Pablo II en Santiago de Cuba, el 24 de enero
de 1998, señala la falta de libertades para los cubanos, la difícil situación
económica y la necesidad de garantizar a los cubanos sus derechos políticos
y religiosos.

"Todavía tenemos tiempo de hacer un proceso progresivo hacia una
pluralidad de opciones que permita un cambio favorable para todos",
apuntan en la misiva el Padre Castor José Álvarez de Devesa, Cura del
Modelo, Camagüey, el Padre José Conrado Rodríguez Alegre, Párroco de
San Francisco de Paula, Trinidad, Cienfuegos y el Padre Roque Nelvis
Morales Fonseca, Párroco de Cueto, Holguín.

A Raúl Castro Ruz en el XX aniversario de la Misa por la Patria presidida
por San Juan Pablo II y las palabras de Mons. Pedro Meurice en la Plaza
Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998.
El pasado primero de enero se ha conmemorado el 59 aniversario del
triunfo de una Revolución. Una Revolución necesaria ante las atrocidades
cometidas impunemente por un poder que se había vuelto contra este
pueblo. Muchos lucharon y muchos murieron por dar a sus hijos una Cuba
donde se pudiera vivir en libertad, en paz y prosperidad.
Hoy, casi seis décadas después, tenemos argumentos suficientes para
evaluar qué hemos vivido en nuestra tierra.

Desde la institucionalización del Partido Comunista como el único partido
autorizado a existir, nunca se ha permitido a este pueblo alzar una voz
diferente, antes bien, toda voz diferente que ha intentado hacerse oír ha
sido silenciada.

Este estilo totalitario ha permeado cada capa de la sociedad. Los cubanos
saben que no tienen libertad de expresión, se cuidan para decir lo que
piensan y sienten, porque viven con miedo, muchas veces incluso, de
aquellos con quienes conviven cada día: compañeros de escuela, de trabajo,
vecinos, conocidos y familiares. Convivimos en un entramado de mentiras
que va desde el hogar hasta las más altas esferas. Decimos y hacemos lo
que no creemos ni sentimos, sabiendo que nuestros interlocutores hacen lo
mismo. Mentimos para sobrevivir, esperando que algún día este juego
termine o aparezca una vía de escape en una tierra extranjera. Jesucristo
dijo: “la verdad los hará libres”. Queremos vivir en la verdad.

El monopolio y control de los medios de comunicación social hace que nadie
pueda acceder a medios públicos de comunicación de modo libre. Del
mismo modo, no existe, una educación alternativa. Todo niño cubano tiene
la obligación de escolarizarse y acceso a la escuela, pero a un solo modelo
de escuela, a una sola ideología, a la enseñanza de un único modo de
pensar. Los cubanos tienen el derecho a tener alternativas educacionales y
opciones para la educación del pensamiento, los padres cubanos tienen el
derecho a elegir qué tipo de educación desean para sus hijos.

Es lamentable el desamparo económico que vive este pueblo, obligado por
las circunstancias a mendigar la ayuda de familiares que lograron marchar
al extranjero o a los extranjeros que nos visitan; a aplicar la justa
compensación o a robar todo lo que puede, renombrando al robo con
palabras delicadas que ayuden a la conciencia a no mostrarse en toda su
crudeza. Muchas familias carecen de una economía mínimamente estable
que les permita adquirir serenamente lo básico para vivir. Comer, vestir y
calzar a los hijos es un problema cotidiano, el transporte público es un
problema, incluso el acceso a muchos medicamentos es un problema. Y en
medio de este pueblo que lucha por sobrevivir, se inserta el sufrimiento
callado de los ancianos, muchas veces silenciosamente desprotegidos.
¿Cómo se puede decir que es del pueblo, el capital que el pueblo no decide
qué se hace con él? ¿Cómo mantener las necesarias instituciones públicas si
no se cuenta con los recursos necesarios? ¿Por qué se invita a que vengan
extranjeros a invertir con su dinero y no se permite invertir a los cubanos
en igualdad de oportunidades? Los cubanos tienen derecho a participar
como inversores en la economía y en las negociaciones de nuestra patria.

Y a todo esto se suma la falta de libertad religiosa. La Iglesia es tolerada,
pero no deja de ser vigilada y controlada. Se reduce la plena libertad
religiosa con una controlada libertad de permisos de culto. Los cristianos
pueden reunirse a compartir su fe, pero no les es permitido construir un
templo. La Iglesia puede hacer procesiones e incluso misas públicas, pero
siempre a condición de un permiso expreso de las autoridades que, de no
otorgarlo, no permite apelación ni da explicación. La Iglesia puede alzar su
voz en los templos, pero no tiene acceso libre a los medios masivos de
comunicación y, en los escasos momentos en que esto ocurre, es siempre
bajo censura. Los laicos son censurados cuando intentan aplicar a la
práctica política y social su fe. Esta dinámica social que ha resultado en
Cuba, ha olvidado a la persona, su dignidad de hijo de Dios y sus derechos
inalienables; casi 60 años después de que este pueblo creyera en un ideal
que siempre se pospone y nunca se realiza. Cuando alguien cuestiona,
cuando alguien alza la voz, sólo encuentra vulnerabilidad y exclusión.

Queremos un país donde se respete más la vida desde su concepción hasta
la muerte natural, donde se fortalezca la unión de la familia y se cuide el
matrimonio entre un hombre y una mujer; en el que las pensiones alcancen
a nuestros ancianos para vivir; en el que los profesionales puedan vivir
dignamente con sus salarios; en el que los ciudadanos puedan convertirse
en empresarios y haya más libertad de trabajo y contratación para los
deportistas y artistas. Los jóvenes cubanos deberían encontrar posibilidades
de trabajo que les permita desarrollar sus talentos y capacidades aquí y no
vean como única salida irse de Cuba. Tenemos una legalidad supeditada a
un poder, la ausencia de un “Estado de Derecho”. Se hace imprescindible la
clara distinción e independencia de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y
judicial. Queremos que nuestros jueces no sean presionados, que la ley sea
orden, que la ilegalidad no sea una manera de subsistir o un arma de
dominio. Que nuestro Capitolio se llene de legisladores que, con pleno
poder, representen los intereses de sus electores. Nuestro pueblo está
desanimado y cansado, existe un estancamiento que se resume en dos
palabras: sobrevivir o escapar. Los cubanos necesitan vivir la alegría de
“pensar y hablar sin hipocresía” con distintos criterios políticos. Estamos
cansados de esperar, cansados de huir, cansados de escondernos. Queremos
vivir nuestra propia vida. Esta carta tiene también un propósito, que es un
derecho: Queremos elegir en libertad. En Cuba hay votaciones, no
elecciones. Urgen elecciones donde podamos decidir no sólo nuestro
futuro, sino también nuestro presente. Ahora se nos invita a “votar”, a decir
“sí” a lo que ya existe y no hay voluntad de cambiar. Elegir implica, de por
sí, opciones diferentes, elegir implica la posibilidad de tomar varios
caminos.

Si escribimos esta carta es para evitar que un día, por alguna circunstancia,
Cuba se sumerja en cambios violentos que sólo añadirían más sufrimiento
inútil. Todavía tenemos tiempo de hacer un proceso progresivo hacia una
pluralidad de opciones que permita un cambio favorable para todos. Pero el
tiempo se acaba, apremia abrir la puerta.

De nada sirve ocultar la verdad. De nada sirve fingir que no pasa nada. De
nada sirve aferrarse al poder. Nuestro Maestro Jesucristo nos dice a los
cubanos hoy: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina
su vida?” Estamos a tiempo de construir una realidad diferente. Estamos a
tiempo de hacer una Cuba como la deseaba Martí: “con todos y para el bien
de todos”.

A la intercesión de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, nos
encomendamos. Ella, Madre de todos los cubanos, interceda ante el Señor
de la historia que, como dijo en Cuba, Su Santidad Benedicto XVI: “Dios
no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla”, para que
podamos elegir siempre el bien mayor para todos.

Padre Castor José Álvarez de Devesa, Cura del Modelo, Camagüey
Padre José Conrado Rodríguez Alegre, Párroco de San Francisco de Paula,
Trinidad, Cienfuegos
Padre Roque Nelvis Morales Fonseca, Párroco de Cueto, Holguín


<[...]un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un
partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido las últimas
décadas y la cultura con una ideología. [...]>

[Pedro MeuriceEstiú,un Obispo cubano.Un obispo que yo extraño]

Yuslier Lazo Saavedra


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