Lo mejor de cada casa
IGNACIO CAMACHO

¿ALGUIEN se imagina una Conferencia de la Commonwealth en la que los mandatarios de los antiguos dominios británicos se dedicasen a poner a parir a la metrópoli en presencia de la Reina? Pues eso es exactamente lo que viene ocurriendo en la Cumbre Iberoamericana durante los últimos tiempos, culminando en el agresivo aquelarre victimista que obligó a Don Juan Carlos a poner pie en pared frente al sátrapa venezolano y al reconvertido milicomandante Daniel Ortega, el tipo que una vez dijo que en Latinoamérica es menester fusilar un poco para mantener el poder. Con semejante tropa se tiene que sentar el Gobierno español para que le pidan responsabilidades por Pizarro, por Cortés y por el Adelantado Pedro de Mendoza, como si la conquista hubiera terminado la semana pasada. Y el resto de la alineación, salvando a los presidentes de Colombia, México, Chile y algún otro, es también de gala: Correa, el cónsul chavista en Ecuador; Alan García, cleptócrata arrepentido que por poco se lleva de Perú el tesoro de los incas; Evo Morales con su chompa y su demagogia nacionalista (por lo menos esta vez ha estado discreto); el Pingüino, la Pingüina y los satrapillas estalinistas del tardocastrismo. Lo mejorcito de cada casa. España, en medio del fregado, de pagana de la cooperación -atención, mano a la cartera que se ha firmado un acuerdo para reconocer la antigüedad de las pensiones de los inmigrantes a cuenta de la caja española- y poniendo la cara para que se la rompan con insultos, reproches y ajustes retroactivos de cuentas.

En toda esa batahola demagógica de populismo barato, el presidente Zapatero ha quedado estupendamente con su defensa de Aznar, llena de buen rollito, respeto y prédica conciliadora. Eso sí, que quede claro que él está en «las antípodas» de su antecesor, no se vaya a confundir nadie. ¿Y a qué distancia está del gorila rojo? Eso también hubiese convenido que lo explicitase, por si alguien se pudiera llamar a confusión entre tanto respeto y tanta condescendencia. Con defensas de este tenor queda todo el mundo de lo más confortado. Salvo esas empresas que se juegan su dinero con fuertes inversiones cuyos beneficiarios las consideran poco menos que la versión globalizada de las baratijas de Colón en Guanahaní. Mucho diálogo y mucho respeto pero... ¿quién respeta los intereses de España?

Vamos listos. Aznar se ponía borde, para lo que no necesita sobreactuar mucho, y Z esgrime su talante beatífico. Ni funcionó una cosa ni funciona la otra: los nuevos caciques populistas han tomado a la Madre Patria por el pito del sereno, chivo expiatorio de su trasnochada alharaca panamericanista. Ya ni se acuerdan de los gringos; ahora los malos de la película somos estos españoles avergonzados de mala conciencia histórica que nos dejamos patear el culo mientras nos exprimen la cartera y encima nos llaman ladrones en esas cumbres tan útiles como foro de diálogo, marco de estrechamiento de lazos y tal y tal. Menos mal que al menos estaba el Rey para plantarse con dignidad frente a esta obscena crecida de rancia retórica anticolonialista. Si fuésemos de verdad como nos pintan se iban a atrever a tosernos mañana por la mañana.