¿Qué país es ése?

06.11.2003 23:33
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¿Qué país es ése?

TRADUCCIÓN POR RALPH REWES DE ESTE FORMIDABLE ARTÍCULO
PUBLICADO EN EL GRUPO SOC.CULTURE.CUBA EN PORTUGUÉS-


"En nuestro continente hay un país excepcional, de 110 kilómetros cuadrados
y once millones de habitantes, sin niños pasando hambre, donde no hay
desempleo, ni mendigos en las aceras, ni ancianos pidiendo limosnas. Es
verdad que la gente no tiene dos televisores a colores, es verdad que no
tienen exprimidores de naranjas, ni batidoras, es posible que no tengan
refrigerador, una cocina.

¿Qué país es ése? Cuba. ¿Quien dijo eso? El entonces candidato presidencial
Luíz Inácio de la Silva.

LA VERDAD:

La Habana es un escenario de una película de horror.

El que viaje a la Habana, será sin dudas asaltado por impresiones
espantosas. De por sí, las imágenes en el aeropuerto ya son bastante
extrañas. Por un lado, los turistas americanos y europeos descienden de
aviones fletados, equipados para las vacaciones en hoteles con todo el lujo
que requiere el consumismo capitalista.

El aeropuerto acostumbra estar desierto. Ocultos de la mirada de los alegres
tontos útiles, se posan los bimotores Antonov soviéticos, en las pistas
rotas e invadidas por la vegetación.

Los ómnibus que llevan a esos hedonistas trasnochados a los paraísos del
placer, siguen los patrones de Occidente. La policía en motocicletas
acompaña al cortejo. En principio, para protegerlos. Un mero pretexto,
puesto que ningún cubano puede ni acercarse a los turistas, como si éstos
estuvieran infectados por una dolencia contagiosa.

En el trayecto urbano, se puede apreciar un espectáculo de pesadilla. Las
construcciones de la Habana están casi en ruinas. Desde que la revolución
castrista tomó el poder en 1959 no se ha remozado ningún edificio, tejado,
puerta, ventana, sistema eléctrico ni alcantarillado. No hay cristales ni
venecianas que no estén rotos o negros de una suciedad que dura décadas.

Exceptuados, está claro, las viviendas de los miembros del régimen y amigos,
y los monumentos históricos restaurados - para que los vean los anglos.

Salvo ciertas avenidas, el asfalto está desbaratado, hay pocetas de agua por
todas partes. No repellos ni pinturas, ni paredes preparadas para
recibirlas. Eso sí, se ven carteles sucios y descoloridos incitando a la
rebeldía, a la revolución contra Estados Unidos y, más recientemente, "por
la paz." En las esquinas hay recogedores de desperdicio, sin uso porque el
pueblo empobrecido aprovecha hasta la basura.

Las fachadas de las casas evocan las épocas pretéritas de esplendor y
riqueza. Los antiguos caserones coloniales de nobles y comerciantes
acaudalados, pomposos edificios de la Belle Époque, costosas construcciones
de la primera mitad del siglo XX, respetables casas burguesas y populares,
allí quedan, alineadas como cadáveres sin sepultura, de los cuales cuelgan
las mortajas. No hay flores en los jardines. Perros escuálidos vagan
buscando algo que comer. El pesado silencio de esta cárcel inmensa no hace
concesiones a la belleza, todo tiende a apabullar al observador.

Por las desoladas calles circulan pocos autos, en su gran mayoría piezas de
este museo de horrores, oxidados, humeantes, ruidosos, remendados al extremo
para que no se deterioren, como ataúdes rodantes sirviendo a las funciones
más diversas, al igual que las extrañas motocicletas de origen soviético.

El raquítico e ineficiente transporte público parece más adecuado para
transportar ganado que gente. El infeliz pasajero trata de ajustarse como
puede a las inconveniencias en calles y carreteras de las periferias de la
capital o del interior.

No faltan ómnibus ni taxis de tracción animal y humana. En el centro de la
Habana (al turista se le da un ómnibus modelo), el cubano usa el "camello,"
singular carrocería con jorobas. Sin dudas, en condiciones normales, el
panorama natural de la Habana sería el de una de las ciudades más atractivas
del planeta. Pero el dantesco espetáculo presentado al visitante anula esa
belleza geográfica.

A la puerta del hotel, guardias con radiotransmisores impiden el paso a los
cubanos no autorizados. El contacto con los turistas significa para el
cubano conseguir unos dólares con que comprarle un alimento a un hijo
enfermo. Por eso es que los policías impiden la contaminación al ciudadano
miserable por el leproso consumidor que viene del exterior.

Si creyéramos la propaganda de los admirados incondicionales de Fidel
Castro, Cuba estaría cerca de la Utopía de Jesús, una comunidad fraterna
donde todos son hermanos, sin divisiones ni títulos, según dice Leonardo
Boff.


Pesadilla mística de la miseria

Según datos oficiales, no hay desempleo, pero también se trabaja mal y poco.
Los salarios, cuando son buenos, como el del director de una empresa pública
son de 36 reais por mes, el doble de lo que gana un obrero. Los salarios son
en pesos - la moneda nacional que sólo circula en las tiendas del estado. En
ellas, las compras son racionadas.

Allí es todo por una libreta donde se lleva cuenta para que nadie se pase
del límite mensual fijado por persona: tres kilos de arroz, 250 gramos de
frijoles, kilo y medio de azúcar, media docena de huevos, 250 gramos de
pollo dos veces al mes, de haberlo. Carne de res sólo para los diabéticos o
personas con dietas especiales constatadas por un médico. Los turistas, los
miembros del régimen y sus amigos tienen shopping especiales sin libretas.

El que quiera tener una gallina o un cerdo tiene que criarlos a escondidas,
dentro de las casas o los apartamentos, éstos últimos milimétricamente
subdivididos por la reforma urbana. Según las estatísticas de la UNESCO, los
cubanos tiene uno de los índices más bajos de calidad de vida del mundo y
las condiciones de la vivienda son de una precariedad espantosa.

El desayuno de una familia cubana consiste de una taza de café y pan con
aceite porque no hay mantequilla. Para el almuerzo o la comida, arroz
mezclado con frijol o, cuando los hay, huevos, una papa cocida por persona y
dos cucharadas de macarrones. Un periodista alabardero del régimen vio en
ello a un sistema admirable, que vela por mantener el peso de la población.
Hasta contó el número de gordos que vio en Cuba, tres, en la Habana,
Matanzas y Varadero. Es más, el gobierno hasta contrata a publicistas
extranjeros para que convenzan a los infelices a que se coman los productos
repulsivos y de mala calidad que distribuye.

Un jabón al mes por persona. Un litro diario de leche a los niños hasta los
siete años. Las despensas de las tiendas estatales están frecuentemente
vacías. El gobierno no cumple las cuotas, que superan a las privaciones y
los ayunos que se imponían las órdenes religiosas más rigurosas de la
Iglesia en aquellos tiempos en que los religiosos de clausura se inmolaban
movidos por el amor de Dios y por el celo de las almas bajo el suave
murmullo del Espíritu Santo.


Cuba: reino de la ilegalidad y de las mafias

El mercado negro es lo que impera. En tiendas ilegales es donde se encuentra
lo indispensable, pero todo a pagar en dólares. El propio gobierno abre
tiendas de ese género, eufemísticamente las llama "establecimientos de
recaudación de divisas". Allí se vende, en general, materiales robados de
fábricas, de centros de distribución y de comedores estatales. La persona
sencilla se ve obligada a cometer delitos para conseguir dólares, y se
expone a ser condenada en cualquier momento por el arbitrio dictatorial
igualitario.

Los funcionarios roban, los clientes obtiene ilegalmente los dólares, los
fiscales se sobornan, así como la policía, mientras que el sistema miente y
lo oculta todo. En cada cuartería hay un Comité de Defensa de la Revolución,
dedicado a espiar, denunciar y entregar a verdaderos linchamentos morales y
físicos a los "enemigos de la Revolución".

"El gobierno tiene a toda la población chantajeada. Todos infringen alguma
ley," dice un ex-oficial del Ejército, que se gana la vida en un negocio sin
licencia.

La doctrina marxista tolera micro-propriedades de dimensión estrictamente
familiar. Basándose en eso, los sufridos cubanos sobreviven con actividades
mínimas como restaurantes familiares. La policía los invade no en busca de
espías o ladrones, sino de langostas, camarones y tortugas, abundantes en el
Caribe. La pesca es un monopolio estatal, pero aliviar el hambre es un
delito. También hay micro pizzerías, micro heladerías, viven bajo el
espectro del chantaje, del cierro o de la cárcel. Castro inventó un impuesto
sobre la renta que ahoga a los campesinos, pequeños comerciantes y dueños de
restaurantes. Se ingenió tasaciones y normas sanitarias que imposibiliten
las actividades familiares.

La solución es burlar la ley, y la consecuencia es quedar a la merced de las
mafias del régimen. Y así, los esfuerzos titánicos para burlar la miseria
son ahogados incesantemente. Entretanto, en el Brasil, el fraile Betto
pregona que "sólo en Cuba los bienes de la tierra y los
frutos del trabajo son fraternalmente repartido," atribuyendo esas virtudes
a las reformas agraria y urbana.

A la cabeza de las mafias que controlan el mercado negro está el propio
Fidel Castro. Él es uno de los rarísimos millonarios del planeta que
aparecen en la lista de la revista "Forbes". "Estimamos que 10% de la
economía cubana pasa por las manos de él, un estimado hasta conservador,"
dijo Carleen Hawn, repórter de la revista, al incluir al jefe marxista en la
lista.

Isla fidelista: Universo de mentira y aflicción

Ciertos tours llevan a los asentamiento de la Reforma Agraria. Y aunque
están maquillados para los turistas, son deprimentes. La vegetación y el
clima hacer recordar al Brasil, pero las carreteras son un espectáculo
lamentable, aunque ecologistas y tribalistas como Leonardo Boff se deshagan
en elogios.

Por el camino se ven los cañaverales, plantaciones de tabaco, tractores
rusos, arados oxidados y abandonados. No hay señales, los únicos carteles
que hay son para alabar a Fidel o al Che, la guerrilla y la Revolución. El
aprovechamiento de la tierra es una pifia. El uso de las técnicas agrícolas
soviéticas resultó grotescamente contraproducente en Cuba.

Una brigada de voluntarios izquierdistas extranjeros, acostumbrados a la
vida fácil del mundo libre, salió horrorizada, cuando los sapos les
invadieron el dormitorio, después de que el gobierno acabó desastrosamente
los predadores naturales de estos.

Todo parece un sueño doloroso. Es como si el régimen se esforzara en
eliminar las bellezas y las riquezas que Dios puso en esta exuberante
naturaleza cubana que bien pudiera alimentar en mucho los cuerpos y
entretener las almas hasta elevarlas a la consideración del Cielo.

Hasta los niños son "estatalizados"

El tour puede extenderse a una fábrica de tabacos de los años cuarenta, a
una escuela con computadoras hechas en China, manejadas por niños pioneros
de la Revolución. Pero lo que no se les dice a los turistas es que esos
niños nunca les pertenecerán a los padres. Desde muy temprana edad fueron
confiscados. La formación es exclusivamente estatal y gratuita: esos niños
serán usados como mano de obra para cortar caña de azúcar. El objetivo nada
oculto es crear un nombre nuevo, un agente del sistema, sin alma y sin
religión, con una conciencia moral sofocada, lo que equivale a la materia
prima humana malévolamente predispuestas a odiar al Dios del Bien, a la
Verdad y a la Belleza.

El nivel de enseñanza es apabullante. Los profesores y maestros reciben los
peores salarios, siendo pésimamente tratados por el régimen. María trabaja
toda la semana en la escuela primaria, pero su salario no le alcanza para
alimentar a los hijos. Ella tiene que dar clases particulares y vive
aterrorizada de ser denunciada por los vecinos. "Tengo que salir por la
puerto del fondo con los libros escondidos," nos dice. "Si el Comité de
Defensa de la Revolución me denuncia, perdería el trabajo y pudiera caer
presa. Nunca más podría trabajar,

El mito de la "medicina" cubana y la realidad

Los tontos útiles del mundo libre pueden ir a visitar la antigua prisión
donde Fidel Castro estuvo preso, Allí verán la cama y la enfermería que éste
usó, La sala de paredes repelladas está limpia y el lecho tiene sábanas
blancas.

Pero no es ese el tratamiento que recibe el pueblo cubano hoy día. Casi
todos los hospitales existentes fueron construidos antes de la ascensión de
Castro al poder. Sin que el paciente soborne al médico, no hay chances de
tener un tratamiento eficaz. El hospital La Dependencia es una muestra.
Varias alas que fueron abandonadas no difieren mucho de las que funcionan.
Las cucarachas se pasean tranquilamente por el salón de operaciones. Partes
del enyesado está en el suelo. Las ventanas no tienen cristales. Las paredes
de la sala de espera están cubiertas con guano de murciélagos.

Hay historias monstruosas sufridas por los pacientes, debido a la
ignorancia, a la mala fe y al resentimiento del personal médico, éstas
corren de boca en boca y acongojan a los espíritus, que se resignan a su
suerte adversa.

A unos les colocan mal el yeso, a otro un aparato estropeado que lo mata del
corazón. Les está absolutamente prohibido a los turistas entrar a un
hospital de éstos. El régimen no desea que los ojos extranjeros vean lo que
sucede. Las farmacias de apariencia hedionda, sólo puedem atraer a estos
desesperados sin alternativa.

Todo lo que puede sensibilizar al alma a través de la belleza natural es una
burla. Eso es válido para las virtudes morales. Los mandamientos de le ley
de Dios han sido reemplazados por la dimensión comunitaria de la sociedad,
tan al gusto de nuestra teología.

Nada más se habla de inmoralidades para censurar acérrimamente a la época
capitalista. Ahora es como si todos los problemas se hubieran esfumado. Pero
la degradación es espantosa. Cuba se ha convertido en un burdel abierto a
los vuelos internacionales. Las jóvenes que no tienen trabajo, se venden,
tan baratas que solamente de España vienen 20 vuelos a la semanas llenos de
"Pepes" que es como se les llama en la isla a los hombres medio tiempo que
se nutren del burdel de Fidel.

La generalización del aborto alimenta el comercio aterrador de fetos y de
órganos. Según Hilda Molina Morejón, una neurocirujana, ex-deputada de la
Asamblea Nacional, el gobierno creó una verdadera industria de transplantes
de tejido cerebral, utilizando material extraído de
fetos. Ricachones extranjeros viajan a Cuba, con vistas a prolongar la
vida mediante procedimentos rechazado por la ética médica y por la moral
católica.

Éstos pagan fácilmente hasta 20 mil dólares por operaciones prohibidas en
sus países. Según esta doctora, las cirugías son preparadas a través de la
empresa turística oficial Cubanacán y el dinero va a parar a las cajas
fuertes del régimen. Las mujeres que abortan no son notificadas sobre el
destino de los fetos. "Durante los siete años que dirigía el centro, yo
misma tuve que hacer 50 transplantes con fetos de tres a diez semanas," dijo
la doctora al periódico "El Nuevo Herald", de la Florida. Solamente en 1996
el régimen esperaba recibir unos 25 millones de dólares de más de 7 mil
extranjeros por estos servicios macabros.

Entretanto, en el Brasil, lo mismo en iglesias como en órganos del gobierno,
la medicina cubana es puesta por las nubes, sin explicar en qué consisten
las excelsas cualidades de la misma. Aún más, se trata de implantarla en el
País como parte de programas de erradicación de la pobreza y de la miseria!
En Tocantins, por ejemplo, el gobierno estadual paga hasta 10 mil reais a
más de 200 médicos cubanos, sin haber prestado servicio público, sin embargo
a los brasileños, con una superior formación académica y profesional, sólo
reciben entre los 500 y 800 reais.




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