LA HABANA (Reuters) - Martha, una jubilada cubana, tiene suficiente para comer con su cartilla de racionamiento y una pensión equivalente a unos 10 dólares.
El gobierno le vendió un colchón a crédito y está además en lista de espera para un nuevo refrigerador hecho en China.
Sin embargo, incluso vendiendo frituras sin licencia, no logra ahorrar suficiente para comprar los sacos de cemento de siete dólares que necesita para reparar las filtraciones en su casa de madera en las afueras de La Habana.
"No podemos pensar en lujos. El cubano tiene que levantarse pensando en la comida y eso es todo," dijo, meciéndose en el porche de su casa.
