Cuba - La agonía de Prometeo

13.04.2007 13:50
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Cuba - La agonía de Prometeo
Publicado el 13 de April, 2007 en Internacional
Hay relatos que nunca lograron espacio en la prensa para asomarse a la opinion pública y que quizás es útil que se conozcan en la Latinoamérica actual que explora nuevos caminos bajo liderazgos poco confiables.

Algunas veces la historia nos sorprende con acontecimientos que convulsionan nuestras vidas. Es la aparición de algo profundo que busca transformar repentinamente el mundo al que pertenecemos y en el que nos hemos desarrollado, y lo que exige de nuestra racionalidad el análisis, la decisión y la posible acción. Eso ocurrió en Cuba en la alborada de1959, que abrió el telón para un nuevo escenario de la patria.

A propósito de una cruenta lucha para deponer al dictador Batista y regresar a un orden institucional, sobrevino un régimen que fue recibido con la esperanza de que mantuviera todo lo positivo que ya se había logrado en los 50 años de república, y que arreglara todo lo que estaba torcido en el país. Pero muy al contrario, su gestión pronto fue defraudando las espectativas democráticas del pueblo que le concedió el poder. Pasar de la ilusión al desencanto es una agonía que castiga al espíritu humano, y por esa crueldad tuvieron que pasar los cubanos que tenían una formación cívica democrática.

El inicio fue la invectiva injusta de toda nuestra historia, desde la independencia hasta la república que precedía, como justificación de todos los cambios radicales que aún no se divulgaban pero que ya estaban planeados por la conspiración del comunismo internacional, que durante 30 años ya había venido minando todas las instituciones democráticas del país. No sólo se condenó nuestra historia, sino que también se negaron nuestros principios, se atacaron nuestros valores y hasta se estrangulaba nuestra fe. Aplicando un análisis social perverso el nuevo régimen sedujo a la gente sencilla que creía ver una oportunidad en lo que a la larga resultaba una trampa, y con ello destruyó la solidaridad que hermanaba a todos los cubanos en un pueblo unido, amistoso, trabajador y progresista. Claro que todo esto reclamaba el suicidio de las voluntades, el sacrificio de la libertad y la renuncia a todos los derechos que ya dejarían al país sin ley y a merced de la voluntad de un tirano. Además se introdujo el miedo para pastorear y meter a todo el pueblo en un corral. Y tristemente muchos cubanos sencillos y menos formados transigían con la nueva situación que demagógicamente les prometía grandes beneficios futuros.

Obviamente había muchos cubanos que estaban formados para vivir en democracia y eran parte de la reserva cívica del país. Muchos de ellos estaban en plena juventud, se iniciaban en la vida adulta y en las responsabilidades ciudadanas. Así todos descubrieron que sin haberlo buscado se encontraban en medio de un campo de batalla, y no sólo eso, sino que además les correspondía fundar la línea del frente y cavar la primera trinchera, hombro con hombro, junto a otros demócratas cubanos. El caso más notorio de ellos fue el de Rogelio González Corzo, un Ingeniero Agrónomo que actuó en el clandestinaje como “FRANCISCO”, y que fue ascendiendo en la escala de responsabilidades hasta convertirse en la figura central de la lucha clandestina cubana. Todos ellos comprendieron que esto tenían que hacerlo no sólo por ellos y sus intereses, sino por todo su pueblo, y aún por el futuro de quienes en aquel momento estaban confundidos y militaban en el bando equivocado. Y con el convencimiento de que estarían en gran riesgo, y de que también con ellos se cumpliría la dura sentencia evangélica de “que quien los matara pensaría que estaba haciendo una buena obra”.

No cabe duda que en ese tiempo el clarín mambí de nuestra historia convocaba a formar filas para dar la carga al machete de nuestro tiempo. Muchos fueron sordos, otros huyeron, y un elevado por ciento estaba paralizado entre la duda y el miedo de que el régimen terminara por definirse como comunista. Y no fueron pocos, pero tampoco demasiados, los que tuvieron una visión clara y respondieron enseguida al reclamo moral de abordar la incertidumbre y navegar el miedo.

Para estos últimos fue momento de buscar y juntar manos solidarias con quienes compartían unos mismos valores y una formación cívica: los vecinos del pueblo, los compañeros de universidad y de trabajo, los obreros, los campesinos, los profesionales, los militares, los empresarios y otros. Como los ataques involucraban la moral y la fé, es fácil comprender que la convocatoria a luchar era especialmente irrenunciable para los ex-alumnos de los colegios religiosos, y que en realidad fueron un sector social muy visible en los hechos. Cabe destacar especialmente a los que integraban la Agrupación Católica Universitaria (ACU) de formación jesuítica y que fueron una cantera decidida e inagotable de luchadores. Asimismo las muchachas de la Rosa Mística que era una congregación mariana paralela a la ACU, los obreros de la Juventud Obrera Católica (JOC) y los estudiantes de la Juventud Estudiantil Católica. La urgencia era tanta, y la disposición tan generosa, que en breve tiempo se vertebraron grandes y diversas organizaciones clandestinas.que tenían que operar bajo la omnipresente vigilancia del régimen totalitario. Así fueron surgiendo el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (estudiantes y profesionales de la ACU, militares, campesinos y muchos otros), el Movimiento 30 de Noviembre dirigentes sindicales y masa obrera), el Movimiento Demócrata Cristiano (profesionales ACU y líderes cívicos), el Directorio Revolucionario Estudiantil (estudiantes ACU y otros), Rescate Democrático Revolucionario (miembros del Partido Auténtico), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (miembros de la Acción Católica Cubana y disidentes del régimen castrista), Unidad Revolucionaria (empresarios, profesionales y otros), que ya desde su mismo adjetivo “revolucionario” anunciaban su falta de compromiso con el pasado batistiano y su intención de llevar la república a los mejores horizontes democráticos. Había además otras organizaciones de militancia más reducida y con menor perfil político, aunque no menos efectivas en las distintas formas de lucha.

La vida no nos había preparado para estos afanes, pero como tantas otras veces de la historia no cabía rechazar el reto, ni confiar la responsabilidad y los resultados a una potencia extranjera. Era nuestra lucha, y había que graduarse en el combate. Además el transcurso del tiempo permitía el afianzamiento del régimen y obraba en contra nuestra. Así hubimos de emprender una guerra clandestina e irregular en contra de un ejército inexperto al principio pero masivo, bien armado y que pronto fue siendo asesorado por los experimentados estados totalitarios de la Europa del Este. Todo mientras la opinión pública internacional veía con simpatía y aplausos al nuevo régimen y suscribía todas las descalificaciones que éste hacía de la naciente oposición.

Sólo los E.E.U.U. descifraban las intenciones y las consecuencias últimas del régimen castrista, y por ello podía pensarse que debían ser nuestros aliados naturales. Nuestra posibilidad real estaba pues en que los E.E.U.U. nos proveyeran los medios, que no se podían obtener en la isla, para que nosotros los cubanos pudiéramos luchar. La estrategia aparecía lógica, bien concebida y digna, pero no resultó serlo. Por la parte cubana había una disposición manifiesta que se expresaba con un activismo clandestino valiente, organizado y creciente. Mas la parte norteamericana actuaba con reticencia, y a pesar de las urgentes demandas que se le hacían sólo materializaba pequeñas ayudas. Su inexplicable táctica de multiplicar contactos y promesas favorecía más la divergencia que la convergencia que se necesitaba para la efectividad de aquella lucha. Y el tiempo fue desnudando y haciendo evidente que la potencia democrática no sabía tener una relación leal con sus amigos luchadores democráticos cubanos. Su verdadero designio era obtener y mantener el control de todo el activismo clandestino de la isla, y también de la brigada de combate que se entrenaba fuera de Cuba, con el fin de asegurarse el derecho a decidir e influír sobre el futuro gobierno de la isla. Frente a esta situación el clandestinaje, que ya estaba sacrificando mártires en el paredón de fusilamiento y pagando un alto precio en detenciones y prisión, protestaba y demostraba gestos de independencia, pero en lo fundamental, que eran las armas, éste tenía las manos atadas.

Así por decisión exclusivamente norteamericana, y contradiciendo la opinión de una resistencia interna que no juzgaba que fuera el momento oportuno, los E.E.U.U. lanzó sobre las playas cubanas la operación de Bahía de Cochinos, que es necesario aclarar que tuvo la consecuencia de desarticular a todos los organismos de la lucha interna.

Mas todavía, despues del desastre hubo un resto valeroso del clandestinaje que reasumió gallardamente la tarea de reagrupar su fuerza para mantenerse en su lucha por la libertad. Pero ya el pacto tácito de no agresión a Cuba suscrito entre Kennedy y Jruchov, los abandonó como un material de guerra desechable y para una lenta extinción.

Nosotros no fuimos soldados de ningún Estado, pero sí fuimos patriotas por la libertad de nuestro país. Y le agradecemos a Dios la oportunidad de poder darle trascendencia y valor a nuestras vidas con una lucha heroica que honrará ya para siempre la historia de la patria cubana.

Autor: Arq. Salvador E. Subirá

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José Ortega y Gasset: "Ser de izquierdas, como ser de derechas, es una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral".


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13.04.2007 15:20
avatar  Cubamulata ( gelöscht )
#2 RE: Cuba - La agonía de Prometeo
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Cubamulata ( gelöscht )

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