En Cuba, la mejor manera de viajar es a dedo

18.03.2007 15:26
#1 En Cuba, la mejor manera de viajar es a dedo
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LA HABANA, Cuba (AP) - Laura García no tiene automóvil, y los tres pesos que lleva en el bolsillo (unos 15 centavos de dólar) no le alcanzan para viajar en autobús a su poblado natal, ubicado a unos 90 minutos de camino. Camina junto con un amigo bajo el sol abrasador, a un lado de la autopista, mientras los automóviles pasan a gran velocidad.


Pero la estudiante de derecho, de 18 años, no pierde el optimismo. Confía en que pueder conseguir un viaje gratis hechando dedo.


"La gente te lleva. Siempre encuentras conductores que te echan la mano", dice la joven, de pantalones cortos, gafas oscuras y camiseta sin mangas. García estudia en La Habana pero va a ver a sus padres, que viven cerca de Pinar del Río, localizada a unos 140 kilómetros al poniente.


Este medio de transporte es una forma común de movilizarse para muchos habitantes de esta isla caribeña, donde hay pocos automóviles y menos personas que pueden pagar el costo de la gasolina. El transporte público es poco fiable y va siempre repleto.


Quienes se transportan a dedo se paran en varias de las esquinas principales de La Habana, y en las principales carreteras. Levantan el pulgar o tocan en las ventanillas de los automóviles detenidos frente al semáforo cuando está en rojo o en los cruces peatonales.


En la carretera que conduce al aeropuerto, se ve a familias enteras con su equipaje.


Este medio de transporte no es tan común en las afueras de la capital. Allí algunos inspectores del gobierno ayudan a detener automóviles y camiones estatales con espacio de sobra para que recojan a los peatones.


En las poblaciones pequeñas, es normal que la gente se suba sin previo aviso a un vehículo si el conductor no le pone el seguro a las puertas.


Los cubanos usan el término "pedir botella" para referirse a este medio de transporte, pero nadie parece conocer el origen del término.


"Hasta la policía lo hace", dice Janeth González, de 20 años, antes de subirse al vehículo de un extraño para dirigirse al centro desde su vivienda, ubicada en el poniente de La Habana.


Melba, estudiante de danza, recientemente pidió "botella".


La joven de 18 años, quien prefirió no dar su apellido, cuenta que ha usado esta forma de transporte sola o con sus amigos desde cuando tenía 14 años, y que nunca ha tenido problema alguno por subirse al vehículo de un desconocido.


Sin embargo, narra que en una ocasión, un auto que había abordado chocó de costado con otro. Nadie resultó lesionado, pero como testigo, la estudiante tuvo que esperar dos horas a que la policía dirimiera responsabilidades en el percance.


"Más rápida es una guagua (autobús) ese día", dice Melba.


Pero habitualmente, este sistema es más veloz que los autobuses. Incluso el presidente interino, Raúl Castro, reconoció en diciembre que el sistema de transporte público de la isla está al borde del colapso.


Aunque viejos autobuses escolares y de pasajeros, traídos de Canadá, Rusia y de algunos países de Europa, recorren con su traqueteo las calles capitalinas, los habitantes recurren con más frecuencia a los "camellos", camiones con remolques acondicionados para pasajeros, abultados en la parte superior, lo que los asemeja a las jorobas de esos animales.


En un camello pueden viajar hasta 200 pasajeros, sofocados por el calor. Los vehículos, con la carrocería desteñida por el tiempo y manchada por alguna consigna que alguien pintó sobre la lámina, no llevan un letrero o número que indique su destino. Pero los cubanos que se agolpan para subir conocen las rutas, y siempre ofrecen ayuda cuando alguien se acerca con timidez a una parada.


"Es caótico y difícil, pero lo bueno es que esperan a que todos suban", dice María Luisa Fernández, profesora de secundaria, de 38 años, quien espera un camello frente a la cúpula de la sede del Congreso en La Habana. "Vamos unos encima de otros, pero todos vamos".

El pasaje en los tractocamiones a diesel cuesta aproximadamente un centavo estadounidense. Los primeros camellos funcionaron a comienzos de la década de 1990, cuando el colapso de la Unión Soviética puso fin a los generosos subsidios. La ayuda actual de Venezuela ha ayudado a mitigar las tribulaciones del transporte, pero hay todavía muy pocos camellos para prestar el servicio.

Los delitos menores, de los que casi no se tiene noticia en la mayoría de la sociedad cubana, son un problema en los camellos. Los ladrones se roban bolsos y meten la mano a los bolsillos de los pasajeros. Algunas mujeres sufren manoseos en medio del apretujamiento.

"Hay demasiada gente como para poner orden", dice Fernández.

El año pasado, el gobierno anunció la compra de 7.000 autobuses a China para sacar de circulación a los camellos. Desde julio, cuando se dio a conocer la enfermedad de su hermano, Raúl Castro ha dicho que cientos de autobuses más llegarán pronto a la isla.

Pero mientras esperaba un camello, después de trabajar el turno nocturno en una planta de electricidad, Néstor Pérez cree que los nuevos vehículos no serán suficientes si dejan de funcionar los camellos.

"La solución no es que pongan guaguas nuevas, igual se llenan. Necesitamos más guaguas", dice el trabajador de 40 años de edad.

Añade que aunque "la botella" puede ser una opción más rápida, muchos automovilistas prefieren llevar sólo a mujeres.

"Si tengo una mujer guapa a mi lado, siempre la llevan a ella. Para mí es una perdedera de tiempo".

Para comprar un auto nuevo hace falta un permiso estatal, pero los habitantes que no trabajan para el gobierno pueden poseer vehículos ensamblados antes de 1970, incluidos los clásicos pero maltrechos Mercedes, Hudson, Mercury y Buick que todavía recorren las calles.

Los conductores, orgullosos, salen en sus autos Model A para dar un paseo dominical. Andan por ahí también los ARO y UAZ fabricados por el bloque comunista, y los Cadillac fabricados poco después de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos propietarios reemplazan los motores originales de esas carcachas con otros más pequeños y económicos a diesel. Un litro de gasolina regular cuesta casi un dólar, una cifra prohibitiva en una isla donde el salario del trabajador gubernamental promedio es de 12 dólares mensuales. Sin embargo, su sueldo rinde un poco más pues la mayoría de los cubanos no tienen que gastar en alquiler de vivienda, servicios de salud o educación. Además, los precios de los alimentos, servicios públicos y otros bienes básicos están subsidiados.

Algunas personas con vehículos particulares obtienen permiso para operar como taxis colectivos. Otras, que ofrecen ilegalmente el servicio, pasan por las repletas esquinas para recoger a la gente que no ha tenido éxito con "la botella" o que está cansada de esperar a un autobús.

Pero fuera de La Habana, las opciones se reducen más. Los peatones esperan bajo los puentes, junto a las carreteras, o a la sombra de algún árbol. Se aglomeran alrededor de los inspectores gubernamentales, identificados por una gorra y una camisola, quienes llevan un silbato y una libreta con la palabra: "Alto".

Los vehículos gubernamentales con espacio disponible deben detenerse para llevar a los que piden "botella".

"Hay que buscar manera de llegar al trabajo", dice Julián Navarro, cocinero de 39 años de edad, quien pide "botella" en una autopista al oriente de la capital.

Navarro cuenta que todos los días camina media hora desde su casa hasta el lugar adonde están los inspectores. Suele auguardar otros 20 minutos para que alguien lo lleve a la ciudad, aunque algunas veces, la espera puede ser más larga.

"Nunca estoy tarde pero sí tengo que salir muy temprano

http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/07031...cuba_transporte

saludos
hermanolito


Todo hermano se interesa por una hermana, sobre todo si esa hermana es de otro.

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