La larga marcha de la sucesión en Cuba

17.12.2006 14:38
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La larga marcha de la sucesión en Cuba
JUAN F. BENEMELIS
Especial para El Nuevo Herald

ALEJANDRO ERNESTO / EFE
RAUL CASTRO, presidió el desfile militar en la Plaza de la Revolución.La ausencia de Fidel Castro del Espectáculo Más Grande del Mundo, montado en La Habana con la presencia de casi 2,000 invitados para la celebración diferida de su octogésimo cumpleaños, convierte las actividades festivas en un funeral anticipado.

Como quiera que se mire, la era de Castro ha terminado. Y mientras medio mundo, o mundo y medio, sigue mirando al toro y al paño rojo del torero, entre declaraciones altisonantes y dogmas enraizados, el torero ha ido configurando su equipo, moviendo a sus banderilleros, colocando sus piezas y afianzando lo que ya ha sucedido ante nuestros propios ojos y sin alboroto: una inadvertida y completa sucesión.

El ascenso protagónico, más allá del simbolismo, de los tres Comandantes de la Revolución, ha sido inversamente proporcional a la salud de Castro: mientras más se deteriora lo que va quedando del Máximo Líder, más protagonismo ejecutivo y estratégicamente decisorio han ido tomando los comandantes. Lo mismo sucederá con los cambios y reformas; mientras más osados y profundos los ajustes, peor la salud del Comandante en Jefe. Viceversa, si los cambios se detienen momentáneamente, hay una mejoría en su salud.

Todo parece indicar que los tres Comandantes de la Revolución: Ramiro Valdés, Juan Almeida y Guillermo García han arribado a un consenso por el cual comparten la dirección de la sucesión, con Raúl Castro. Raúl, no es Comandante de la Revolución, pero de no ser el único General de Ejército del país, ése sería su cargo. Hoy más que nunca, es primus inter pares respecto a los otros, pero no es un máximo líder, ya que no estamos ante la herencia coreana. Y una disputa entre jerarcas no conviene a ninguno. Así que se ha creado un Comandante en Jefe Colectivo. La cohesión de los históricos es un freno para cualquier escisión inmediata dentro de la élite de poder luego de la desaparición del gran sintetizador, Castro.

El 30 de noviembre, el acto por el 50mo. aniversario del alzamiento de Santiago de Cuba lo presidieron Juan Almeida, Ramiro Valdés y Guillermo García, por encima de más de seis miembros del Buró Político. Valdés define a Raúl Castro como el ''firme cancerbero'' de la Revolución, y posteriormente Almeida declara que ``estamos dispuestos a dar nuestra sangre por esta tierra, por Fidel y por Raúl''.

Pese a que Raúl asumió las funciones de primer sucesor, el llamado ''grupo Raúl'', que se menciona en la Proclama del Comandante en Jefe al Pueblo de Cuba del 31 de Julio del 2006, no es el que aparece actualmente como hegemónico: Abelardo Colomé, Julio Casas Regueiro, José Machado Ventura, José Ramón Balaguer.

Asimismo, el equipo ejecutivo de Castro, tampoco es hegemónico y en ocasiones ni siquiera se menciona: Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe; Banco Financiero Internacional, que de institución independiente fue subordinado al Banco Central; José Ramón Miyar Barruecos, Carlos Valenciaga.

El cambio de composición política en Washington, a favor de los demócratas con su política de no confrontación total hacia La Habana, concede un período de gracia de dos años a la cúpula sucesoria, tiempo que está siendo aprovechado para implementar medidas de emergencia como paliativos a las crisis en los diferentes sectores de la economía y la sociedad.

Quiéranlo o no, los sucesores no pueden repetir el esquema fidelista de conducción, por las características peculiares e irrepetibles de Castro y por ser una estructura de mando concebida a su voluntad. Necesariamente, para poder dirigir el país y mantener el poder, con sus propios estilos de dirección, tienen que hacer modificaciones en las estructuras y los mecanismos de ejecución y control.

La vieja élite histórica dirigida por Raúl y los Comandantes de la Revolución busca mantener la hegemonía del poder y la unidad de la élite por un período de cuatro o cinco años, cuando se produzca su lógico ocaso biológico. Esperan que ese sea tiempo suficiente para que se desarrolle la relación económica con China y cuaje la explotación del petróleo, así como para que se observen frutos palpables por la población, como la elevación de los niveles de producción de productos alimenticios, el alivio del transporte y el inicio de serios planes de viviendas.

La relación con la Venezuela de Hugo Chávez, de la cual se recibe el petróleo mínimo vital, servirá como compás de espera, como un puente, hasta el momento en que el petróleo cubano lo vaya desplazando. En ese intervalo de ajustes y consolidación, es evidente que la sucesión definida en la Proclama nunca funcionó, y que los criterios de ''más de lo mismo'' del 31 de julio se han ido acomodando a las realidades de un poder definido y repartido de manera diferente. Por lo que veremos cómo irán ocupando espacio otros candidatos de la nomenclatura, mucho más jóvenes. Es precisamente ahí donde se irán delineando las diferentes corrientes.

La estructura del poder

1. Lo que hasta el momento puede verse como la suprema jerarquía en la estructura del poder, un primer nivel, una cúpula máxima, es la siguiente:

• Raúl Castro. Es el primer poder, manteniendo un bajo perfil mientras viva su hermano.

• Ramiro Valdés. Es el (ojo) segundo hombre ejecutivo del régimen, aunque no lo parezca por mantener un bajo perfil debido a su labor de control tecnológico. El ser figura clave en las negociaciones con China, acaso lo lleven en un futuro inmediato a estar más visible.

• Juan Almeida. De una función relativamente modesta de vicepresidente del Estado, cumpliendo funciones protocolares se ha destacado últimamente como una especie de ''árbitro'' entre los miembros de la cúpula, además, de presidir, de manera protocolar, al grupo de Comandantes de la Revolución.

• Guillermo García. En su papel de Comandante de la Revolución legitima la unidad revolucionaria de la sucesión, pero es sólo un símbolo histórico, sin poder efectivo. Su deteriorada salud y su deficiente capacidad de dirección no le permiten funciones ejecutivas importantes, pero en el plano moral es el ''enlace'' con los revolucionarios ''de siempre''. En la práctica sólo hay tres históricos activos: Raúl, Valdés y Almeida.

2. El primer grupo ejecutivo bajo la dirección de la cúpula:

• Carlos Lage, vicepresidente del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Se mantiene como una figura visible y viable. Buen organizador, con relativo prestigio nacional e internacional. Para muchos un candidato a la presidencia del Consejo de Ministros o como premier. Es una figura clave en la representación internacional del país, para lo cual Raúl no tiene suficiente experiencia ni muestra demasiado entusiasmo.

• Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Tiene el respaldo original de los Comandantes más que de Raúl. Se vio solo en una cruzada por establecer a la Asamblea Nacional como el foro legalizador de la sucesión, pero ganó terreno suficiente en esta dirección.

Es imprescindible en tanto legitima la sucesión por la Asamblea Nacional. Desplazarlo en estos momentos para sustituirlo, por ejemplo, por su segundo, Jaime Crombet, no sería inteligente y debilitaría la legitimación. Así pues, está asegurado por un tiempo, aunque una vez legitimado todo, ¿quién sabe? Aunque su experiencia en política exterior y las relaciones con Estados Unidos le pueden asegurar la cercanía a Raúl.

• José Ramón Machado Ventura, miembro del Buró Político y del Secretariado del Partido Comunista. Hombre de Raúl, quien confía en él, y que desde hace muchos años lleva las riendas de la conducción del aparato partidista. Su estrella ascenderá o descenderá acorde con el papel que se le asigne al Partido en los próximos tiempos.

• Esteban Lazo, jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista y figura simbólica por ser de la raza negra. Dirige también, como miembro del Buró Político, la actividad de Relaciones Internacionales del Partido. Es vicepresidente del Consejo de Estado.

• Fernando Remírez de Estenoz, miembro del Secretariado del Partido Comunista, a cargo de Relaciones Internacionales. Ha ido ganando protagonismo en estos cuatro meses, mientras la figura del canciller Felipe Pérez Roque parece opacarse tras el fracaso de la Cumbre del Movimiento de los No Alineados y la derrota de Venezuela en su candidatura como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Llama la atención que en reiteradas ocasiones ha rectificado pronunciamientos de Pérez Roque y Alarcón respecto a la salud de Castro.

• Alvaro López Miera. El más joven de los seis generales de cuerpo de ejército activos en las Fuerzas Armadas, viceministro y jefe del Estado Mayor General, goza de toda la confianza y simpatías de Raúl, a quien se unió en el Segundo Frente siendo un niño. Raúl parece haberle asignado la conducción operativa del aparato militar en estos tiempos en que él mismo desarrolla funciones de sucesor designado, y parece que hasta por encima del general Casas Regueiro, que es el viceministro primero. Fue el Jefe de la revista militar del 2 de diciembre, que presentó las tropas a Raúl.

3. Otro grupo ejecutivo, por debajo de los anteriores:

• José Ramón Balaguer, ministro de Salud y miembro del Buró Político del Partido Comunista. Aunque es uno de los seis mencionados junto a Raúl en la Proclama y goza de su confianza, no se caracteriza por su capacidad ni su flexibilidad. Ha continuado trabajando en las funciones de salud pública, pero este sector no está recibiendo en estos instantes la atención exagerada y desproporcionada que le asignaba Castro.

• Yadira García, miembro del Buró Político y ministra de la Industria Básica. Es una figura poco visible pero muy poderosa. Gozó de la simpatía y el apoyo de Castro. Tiene el control del petróleo y de toda la industria del país.

• Jorge Luis Sierra Cruz. Fue promovido a miembro del Secretariado del Partido Comunista, pero en octubre fue removido y designado ministro del Transporte. Para muchos es un reformista, aunque para otros es un oportunista, a quien las promociones le ''calmaron'' las ansias de cambios y transformaciones.

• Francisco Soberón, presidente del Banco Central y uno de los seis mencionados en la Proclama. No es una figura política, sino un tecnócrata de reconocida capacidad y prestigio que fue ascendiendo en la escala de la nomenclatura por su experiencia y resultados, y se ha convertido, de hecho, en el cerebro financiero del régimen.

• Abel Prieto, miembro del Buró Político y ministro de Cultura. Es el intelectual, la imagen exterior de la Revolución ante los intelectuales y artistas del mundo, relación imprescindible para alimentar el mito de la Revolución. Recibe mucha exposición en este campo.

• Jaime Crombet, vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Con experiencia y prestigio entre la élite, aunque mantiene continuamente un bajo perfil, es un factor fundamental en la estructuración de la columna vertebral estatal en provincias y municipios, y la definición de una institucionalidad decisiva en estos momentos.

Fuerzas Armadas

Al desplazarse Raúl a otras funciones queda vacante la vital plaza de ministro de las FAR. Se ha barajado la figura de Almeida, quien ya en los años 60 actuó como ministro, aunque también se ha considerado la promoción del general López Miera. Este último parece ser aceptado también por Valdés, como parte de la sucesión pactada. Y si el general Casas Regueiro, actual segundo del MINFAR, sale del juego, no deben existir problemas para el ascenso de López Miera. Por supuesto que habrá que pasar a retiro a algún Jefe de Ejército, como Ramón Espinosa Martín, por ser también el más veterano, aunque podría mantener su puesto en el Buró Político.

El Ministerio del Interior (MININT) es otra de las plazas controversiales. Estando Valdés en posesión de la seguridad y represión electrónica, el papel del ministro Abelardo Colomé Ibarra se reduce, por lo cual es posible que se promueva un sustituto, posiblemente entre los generales Fernández Gondín, Julio César Gandarilla o Félix Baranda Columbié. Cuando ocurra el deceso de Castro, un personaje de primera importancia para la cúspide, como el general Humberto Omar Francis, jefe de Seguridad Personal, tendría que desempeñar algún cargo relevante, tal vez como viceministro en el MININT, pues la seguridad personal de Raúl es menos complicada.

Panorama opositor

Esta es la partida más compleja porque todas las fichas (exilio, Washington, élite de poder en Cuba, disidencia), pese a estar esperando el desenlace, desarrollaban políticas que no consideraban el actual escenario y el futuro inmediato. Los planes de Washington descansaban en un desplome total del sistema al día siguiente de la muerte de Castro, para iniciar todo un programa en favor de viabilizar la democratización; esperanza que aún se mantiene.

El exilio, con una visión parecida, adicionaba una carta que se mostraría dinámica y entraría en acción a partir de cualquier flaqueza o debilidad del sistema: la explosiva combinación de la resistencia popular con la disidencia; esperanza que aún se mantiene.

Y la élite que asumió hace ya más de cuatro meses la conducción del Estado totalitario, heredó una entelequia sin estructuras viables, con la energía pendiente del hilo chavista, el deterioro de la salud pública y graves problemas en el transporte, la vivienda, la energía y en renglones básicos alimenticios.

Washington se encuentra sin estrategia política para este período intermedio, cuya duración se desconoce ¿semanas, meses, años? entre la desaparición física de Castro y el inicio de la transición democrática. El establishment político norteamericano obvió inexplicablemente un factor común en las transiciones del ex bloque soviético: el protagonismo de las fuerzas reformistas dentro de la nomenclatura hacia la transición. Por eso, no cuenta, por el momento, con puentes que le acerquen a los grupos reformistas dentro de la élite, sobre todo si ésta va a prolongar su estancia en el poder más allá de los pronósticos. Amén del lobby petrolero, imposible de resistir, interesado en absorber antes que los chinos las reservas cubanas confirmadas en el Golfo de México.

El exilio ve con inquietud cómo sus cartas maestras se hallan empantanadas por el momento. Pese al incremento de la represión, la explosión popular no pasa de alguna que otras protestas individuales, inconexas. Y la disidencia ha probado que sólo existen disidentes y no un poderoso movimiento articulado que pueda, como en Checoslovaquia, Polonia, Georgia, o los países bálticos, arrastrar a las multitudes. La esperanza reside en que si bien Castro ya murió políticamente, y un grupo ha asumido las riendas del estado totalitario, su muerte física pueda ser ese detonante tan deseado.

Por su parte, la élite del poder en Cuba camina sobre una fina capa de hielo. Lo más importante: lucha y pacta para que no se produzcan en lo inmediato escisiones en sus filas, algo que considera más peligroso que la calle y la oposición. Espera mantener a raya a los disidentes, bajo control las expectativas de la población y lograr en tiempo récord aliviar comida, transporte, vivienda y electricidad. Busca desesperadamente una apertura con Washington (algo muy difícil mientras no se liberen los presos políticos), sin mostrar que lo hace, mientras le abre las puertas a los chinos.

¿Qué sucederá en la élite y el ejército si, como se ha esperado en años, tras la muerte física de Castro se produce el desplome? ¿Qué sucederá en el exilio si la actual élite logra pasar el Rubicón y se sostiene en el poder por años? ¿Cuál será la política en Washington si se produce un desplome y sectores militares se hacen del poder luego de la muerte de Castro, o si tal cosa no se produce y los chinos se apropian del petróleo e inyectan desarrollo con totalitarismo en la isla?

Hay mucho que analizar para encontrar respuestas aceptables a todas estas preguntas. Lamentablemente, hay muchos, aquí y allá, que ni siquiera se hacen estas preguntas. Pero estas son las claves para desenredar el ovillo y salir del laberinto. La mejor estrategia para enfrentar a Castro, sea la que sea, es hoy obsoleta, porque ya quedó fuera del poder por obra y gracia de la biología, y no podrá retornar, a pesar de lo que digan sus amanuenses. Guste o no guste, las estrategias frente a Castro perdieron vigencia. Hay que concebir ahora, y sin perder tiempo, las de encarar a los sucesores. O conformarse con vivir soñando.

Eugenio Yañez y Antonio Arencibia son coautores de este artículo.



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