En la cárcel - El milagro de San Lázaro

14.11.2003 20:06 (zuletzt bearbeitet: 14.11.2003 23:44)
avatar  ( Gast )
#1 En la cárcel - El milagro de San Lázaro
avatar
( Gast )

El milagro de San Lázaro http://2001662.homepagemodules.de/topic....=3613&id=371215


Ramón Díaz-Marzo


HABANA VIEJA, febrero
En 1975 perdí la libertad durante 37 días, tiempo que pasé junto a delincuentes en la Galera # 7 del Castillo del Morro, fortaleza de piedra construida por los españoles en el siglo XVII, a la entrada de la bahía de La Habana.

Mi número de preso era el 597. En un espacio de 50 metros de largo por 7 metros de ancho convivíamos 300 presos. A veces se formaban broncas y los combatientes (así le decían a los carceleros) se hacían los de la vista gorda. Las luces de la galera permanecían encendidas las 24 horas del día para evitar sodomia y otros desmanes entre los presos.

En la hilera de literas donde dormía tenía por compañero al "Hombre-cine". Este señor, en la década del 70, tendría sesenta años de edad. La mayor parte de su vida útil la había vivido en prisión. Cuando llegaba la noche, algunos presos venían hasta su litera para escuchar cualquier película norteamericana que se le solicitara. El viejo presidiario tenía la capacidad de hacernos olvidar que nos encontrábamos tras las rejas, y nos metía dentro de una película con más intensidad que si nos encontráramos en un cine de verdad.

Una noche, la del día 36, vino hasta mi litera un preso, y me dijo:

- Vengo a decirte que esta noche no puedes dormir. Me enteré que Fulano dice que por la madrugada vendrá hasta tu cama y te lanzará a la cabeza un pomo de cristal.

Aparenté indiferencia, pero por dentro estaba aterrorizado.

Le conté al "Hombre-cine" la historia de la amenaza. Le comenté que por más vueltas que le daba al asunto no encontraba el motivo que justificara semejante propósito. El "Hombre-cine" respondió que en la prisión ocurrían hechos que no dependían de ningún propósito. Me dijo que la poca experiencia que tenía de la vida en libertad le enseñaba que hay muchas cosas que ocurren sin motivo.

-No aguanto más -dije.

-¿Crees en Dios? -preguntó el "Hombre-cine".

-Por supuesto.

-Si crees en Dios, creerás en los Santos.

-Por supuesto.

-Entonces, encomiéndate a San Lázaro. Habla con el corazón y ofrécele una promesa grande que te salve.

El plan mío era no dormir esa noche. Abrir bien los ojos y esperar. Debajo de la manta sujetaba una cabilla que mi compañero de hilera me facilitó. Llegué a pensar que tanto el "Hombre-cine" como el preso que me había traído la información eran unos hijos de puta que habían hecho lo mismo con el agresor, diciéndole que era yo quien planeaba agredirlo. Era una costumbre que tenían los viejos presidiarios, la de preparar una pelea entre presos novatos.

No obstante, cuando todos dormían, hice lo que me recomendara el "Hombre-cine". Me encomendé a San Lázaro, y le prometí que todos los años iría al Rincón por el resto de mi vida, y que al día siguiente me dibujaría su estampa en mi hombro izquierdo.

Mientras me encontraba en este monólogo, hubo un momento en que me quedé profundamente dormido. Al siguiente día, cuando dieron el "de pie", abrí los ojos asustado. Revisé mi cama, toqué mi cara, y comprobé que durante la noche no había ocurrido ninguna desgracia.

Después del desayuno, un preso comenzó la artística tarea de dibujar en mi hombro a San Lázaro, a cambio de una caja de cigarrillos. Recuerdo que el miedo de ser agredido se había ido. Incluso estaba tan concentrado en el dibujo que me hacían, que el motivo también se me olvidaba.

Llegó la hora del almuerzo, llegó la hora de la cena, y a las siete de la noche, cuando ya terminaban el dibujo y sólo faltaba aplicarle a las llagas de San Lázaro el tinte rojo, un combatiente se paró en la reja y gritó mi nombre.

En esos momentos, mi mente ya no recordaba que había solicitado un milagro a San Lázaro.

Junto con otros presos de otras galeras, me bajaron al patio central de la cárcel. Pensé que se trataba de un traslado para una granja de trabajo forzado. Pero un preso que se encontraba a mi lado me dijo que todos los que nos encontrábamos allí salíamos en libertad.

Dos horas después me encontraba en la casa de un amigo, que me contó cómo y con quién había hablado esa misma mañana para conseguir mi libertad. Pero eso ya es material para una novela. Bástele saber al lector que durante años, por más vueltas que le he dado a esta historia, no puede dejar de creer que la noche que conversé con San Lázaro desde la Galera # 7 del Castillo del Morro pidiéndole amparo y protección, el Santo escuchó y me concedió un milagro.

Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.

Quelle: http://www.cubanet.org/CNews/y03/feb03/24a10.htm

Saludos Cantaor
Bezahlbare Übersetzungen vom Muttersprachler, deutsch-spanisch, spanisch-deutsch


 Antworten

 Beitrag melden
Seite 1 von 1 « Seite Seite »
Bereits Mitglied?
Jetzt anmelden!
Mitglied werden?
Jetzt registrieren!